Vienes tarde otra vez, como tren de carga

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De mención

Almorzar con doce personas más no debería ser digno de mención, no se trata de una última cena, aunque tiene la distinción de suceder en un 25 de diciembre.

No es porque sea multinacional y haya chinos, egipcios, australianos, ingleses, italianos y latinos varios, aunque bien variados los acentos y la conversación.

No es porque la comida haya sido parejamente excepcional, aunque el jamón al horno estaba muy bueno y había cuatro ensaladas excelentes.

Lo que lo hace digno de mención y excepcional en el contexto de este año de paréntesis, enfermedad y distancia es que estábamos todos ahí. En persona, sin máscaras y despreocupados de enfermarnos porque no había covid19, a los 43.5 grados de latitud sur en Christchurch, isla sur de Nueva Zelanda.

Aunque usted no lo crea

La mayoría de las películas de zombies empiezan con una premisa simple, ya sea los zombies existen (pero no sabemos cómo aparecieron) o hay un evento violento. En este último caso, el cambio es abrupto con un antes y un después clarísimos.

Pero este año fue diferente: un choque de trenes de carga anunciado por meses, en cámara lenta y con tomas de múltiple ángulos. Dieron una, dos, tres y aún más oportunidades, ¡pero para qué seguir recomendaciones que fueran afectar la economía! Mejor improvisar, ser batidinámico y empujar primero una ciudad y después todo un país por un pasadizo muy chico, sin lugar para todos. Y miles no cupieron.

No tenía que ser así y todavía no debe ser así. Lo sé, porque en esta realidad alternativa al otro lado del Pacífico, no sobró gente, ni hubo pasadizo muy estrecho. Y el mundo no se acabó, la economía siguió funcionando y no tuvimos películas de zombies. Hay quienes no creen que sea posible, pero sí, aunque parezca de Ripley. Un poco de empatía, un poco de esfuerzo y la magia ocurre, aunque usted no lo crea.

Mienten

En estos días de ataques a las verdades, manipulación de imágenes y videos insólitos, busco un punto de vista equánime. Que llamen al pan pan y al vino vino, sin pelos en la lengua, pero con compasión por el prójimo. Menos repartir miedo, más informar con conciencia, más impulsarnos a cambiar lo necesario. Pero me encuentro con que

El Mercurio miente.
La Estrella de Chiloé miente.
El Manawatu Standard miente.
El Aragüeño miente.
La Opinión Austral miente.

Del primero lo hemos sabido hace más de cinco décadas, de los otros, bueno, de a poco uno se va dando cuenta. Pan y circo, o quizás fonda y circo, para vendernos una cosa más mientras el calor y la sequía consume los árboles lentamente.

Velocidad del paisaje cibernético

Hay 19,259 km entre Solsona, España y Christchurch, Nueva Zelanda—casi antipódicos. El sobre tiene estampado el 20 de Junio y llegó hoy 29 de Junio lo que, engañosamente, sugiere 9 días. Pero el sobre tardó sólo 8 días; clásico ejemplo del efecto Phileas Fogg, olvidando el cruce de la linea internacional del cambio de fecha.

O sea el paisaje cibernético pasa a aproximadamente a 2,400 km diarios o 100 km/hora. ¡Ahora a leerlo y gracias por el libro!

Protección para el paisaje cibernético.

Ping 311.512 ms

Marcelo hizo referencia a los destiempos de Tren de Carga, dónde las diferencias son 12 o 16 horas. Curioso, decidí medir nuestra distancia en internet desce Nueva Zelandia a España (su ubicación temporal), para lo que usé el sitio de internet por antonomasia: la Real Academia Española. Abrí un terminal en el laptop y escribí:

ping www.rae.es

Bup, bip, plonk dijo el computador, a sus órdenes, y envió unos paquetes a través del espacio electrónico, hizo acuso de recibo y dijo 311.512 milisegundos. Volvió a hacerlo y cantó 310.381 ms, 560.289 ms, 477.411 ms y otros números varios. Claramente necesitamos contexto:

ping www.radionz.co.nz 20.386 ms (Radio New Zealand, al lado)
ping www.abc.net.au 18.135 ms (Australia, 2000 km)
ping www.uchile.cl 368.824 ms (Bien lejos)

A lo más medio segundo para llegar a las antípodas. Sin viajes heróicos ni cohetes, ni aviones. Señales eléctricas, luz, convirtiendo entre movimientos de teclado y pixeles bailando en una pantalla.

Vuelos

De vez en cuando no logro evitar viajes por trabajo. Por supuesto que al principio eran terriblemente estimulantes: ¡me pagaban por volar! Después de unas cuantas veces pasaron a ser más que nada una inconveniencia: comidas y actividades perdidas,  mucho tiempo sentado y cabeceando medio dormido con el zumbido de los motores.

En unas pocas ocasiones estos viajes son inevitables y, gracias a un golpe de suerte, al mismo tiempo no son para tanto. Me quedo remoloneando en la cama y llega la hora de irse. Conseguí un vuelo más tarde (8:30 am) y son sólo diez minutos al aeropuerto; en serio, así de breve. No hay seguridad, no revisan el equipaje. Es cosa de caminar y subirse al avión correcto en un frío que cala los huesos y volar flotando en el cielo.

Abordando un vuelo regional en Christchurch (Foto: Luis, procesado con RNI Films, ‘Ilford Delta 100 HC’).

El regreso fue casi tan simple, con una sola escala, el mismo día. Tres vuelos en aviones ATR72, uno de ida y dos de vuelta, los tres en asiento 7A (ventana). Doce horas y de vuelta en Christchurch, con los oídos tapados, pero comiendo comida de casa.

El ocio del sur

Reportándome de los cuarenta y tres y medio grados latitud sur, dónde el invierno arrivó con cincuenta milímetros de lluvia en la mañana. Como es habitual, salimos con el perro (que dice hola) a pasear por el parque.’

Y éramos los únicos en el universo horizontal sumergido. ¿Qué tal?

Dijo doggo

Después de una caminata de rigor, visita al cementerio, depósito de mierda y recogida en bolsa plástica, comenzamos el regreso a la mothership hogareña. Fin de informe. Cambio y fuera desde el medio de la Isla Sur.

Lluvia en Christchurch el 1 de Junio 2019.
Lluvia en Christchurch el 1 de Junio 2019.

La película se fragmentó

Murray Cammick: Platform Heels, Fort Lane.
Murray Cammick: Platform Heels, Fort Lane.

Hay una nueva exhibición de las locas de los años 70, volando en plataformas gigantes, elevándose al cielo entre el glamour y la suciedad de la calle: Queen Street y sus reinas.

El grano es profundo y el negro domina al blanco, pero todavía hay una continuidad análoga, una riqueza extemporánea que me pone nostálgico de algo que nunca viví de primera mano.

Mis amigas locas de hoy viven en un mundo discreto, digital, con una resolución enorme pero muchos de los mismos problemas. Bichos raros para la patada y el combo, despreciadas, aunque sean reinas, emperatrices de Queen Street y dominios colindantes.

Castañas

Anónimo dejó las castañas en el asiento del parque
curiosamente formó una familia en la lluvia
una por una, recogió las castañas
con la mano del gato
una para ti, dos para mi
con mano de gato mojado en llovizna frontal
esa que dura por semanas.

Anónimo abandonó las castañas del gato.

Las castañas del gato (Foto: Luis).

Las castañas del gato (Foto: Luis).

Más conflicto

Unos dias atrás fui contactado por alguien que quería saber de la ‘interesante’ experiencia de Nueva Zelandia en la interacción entre industria forestal y los indígenas.

¿Revelación o revolución? Tierra, tierra; el centro de la disputa. Bueno, aquí devolvimos parte de la tierra. El conflicto es a una escala totalmente diferente, porque cedimos.

Uno puede seguir buscándole las cinco patas al gato, buscando teorías de quién puede estar atrás de todo. Sin embargo, quizás todo es más simple: hay que dar algo, devolver parte de la tierra.

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