Tren de carga

Vienes tarde otra vez, como tren de carga

La sombra tras el tiempo

Santiago, 12 de diciembre de 2019. Ya van 50 días desde el inicio de la revolución donde hemos visto con asombro todo lo que ha emanado desde nuestros corazones como vómito volcánico que deja en la superficie un orden de nuevos materiales.

En las calles rayas hasta el desquisio la palabra “muerte al conquistador” se repite una y otra vez en colores y caligrafías diferentes que acompañadas de demandas a ratos universales, locales, antíguas y contradictorias nos hablan de dolor acumulado hace ya varios siglos.

¿Quien fue, en esa mañana iluminada de junlio de 1493, el primer mujer/hombre que nacido en las ´islas Guanahani marcó con su llanto la división del universo? La revolución del 18 de Octubre es solo eco de ese despertar antiguo de millones de mestizos como yo.

Aquí fuimos abandonados uno a uno a través del continente Americano: sin cosmovisión que nos hable del origen, sin rito de iniciación al despertar la primavera y solos amparados del amor de nustras madres que siempre nos han amado hasta el infinito.

La revolución seguirá su marcha implacable transformando todo precepto y convicción acumulada tras la sombra del tiempo. No se si llegará algún día a su fin, no se si será la redención a tantos años de silencio Americano.

Carros Rojos

A Sonia Reyes Paecke

Las calles corren vacias de autos y microbuses despues de las 17:00 hrs en un Santiago de paredes rayadas y perfumes de humos ácidos que emanan de bombas lacrimógenas.

En la esquina de Alameda con Portugal un grupo de chinchineros toca sus tambores y en giros orbitales marcan el ritmo de una primavera que se siente más caliente que antaño.

Un poco más al oeste la gente que ocupa la calle para un picnic o para una conferencia constitucional gritan por las nuevas posibilidades de un país soñado desde otros tiempos.

Más abajo, a un costado del cerro Huelén, una orquesta de trombones y trompetas irrumpe en la esquina siguiendo su marcha incondicional simulando ante todo una fiesta de domingo.

Alameda con Santa Rosa frente a la Biblioteca Nacional. La batalla campal, los gritos de muerte indecibles, el humo de un incendio que consume a edificios redimidos en la antigua democracia.

Llegan los Carros Rojos que con permisos obtenidos al paso de una muchedumbre congelada por imágenes del Dante no sabe si ya es suficiente lo avanzado hacia el abismo.

Vuelvo caminando a mi casa después de una tarde no reconocida en mi memoria. Me esperan las pantallas que con sus luces RGB me mostrarán una y otra otra vez la misma película.

cabezas de pescado

La conversa

La conversa es intrínseca a la existencia.
A veces es parodia,
un chiste de doble sentido.
Otras es profunda,
acordando lo trascendente o dividiendo
el mundo en pedazos irreconciliables.
La conversa es verbo,
es tiña descuidada por harto tiempo,
barrido ajeno que no levanta el polvo.
Adjetiva, abúlica y cansada
enorme, poderosa como héroes
y heroinas de tira cómica.
La conversa son cabezas de pescado
que dan sentido a todo.

Blitzkrieg

Dos días seguidos jugando, apretando botones, cumpliendo objetivos, casi al tope de la tabla de posiciones. Se me caían los párpados, pero con el par de pastillas, le seguí dando. Salto, disparo, movimientos rápidos, ágiles y otro alien caído más. Después de otros cinco, los invasores huyeron despavoridos, de vuelta a sus guaridas en los sitios eriazos con montículos de piedras. La pantalla mostró “Bonus points, Cabo Martínez. ¡Bien hecho!”.

Ojos negros

La oscuridad dio paso a números, letras y polígonos de creciente resolución.
—¡Bienvenida! ¿Recuerdas algo?
—Casi nada. Un uniforme, mucho dolor… borroso, oscuro.

El técnico movió hábilmente unas perillas, hasta que la imagen quedó nítida.

—Terminé de ajustar los implantes. Tienes que firmar el documento aquí y también aquí—dijo pasando un bolígrafo—. Cuando retires la demanda vas a recibir la clave mensual para que funcionen.
—¿Cómo?
—Contrato normal. Excepto por avisos comerciales cada par de horas. Ni vas a notar la diferencia.

Mi mirada no se detiene con el tiempo

Mi mirada no se detiene con el tiempo

Lo sabias cuando entraste a la sala del museo de La Moneda en ese Santiago de Chile.

Buscando pesares escondidos en las piedras o un momento para descanasar al tumulto de hombros que marchan por la ciudad.

No encontramos en un rincón indefinido y me dijiste “mi mirada no se detiene con el tiempo”

Afuera todo seguirá normal, normal como nuestro primer beso después de la catástrofe.

(Fotografía Marcelo Miranda (c) )

Certezas

Marcelo. Dime, ¿cuales han sido tus últimas certezas?

Una brisa toca mis mejillas en una tarde de primavera a 34°C por día, por noche.

Historia: la prole del dolor

Ofrenda floral

Hicimos, dijimos

Hicimos lo que hicimos,
dijimos lo que dijimos,
insultamos a los violentos
a esos jalados, motivados por el miedo
las órdenes perentorias
y el goze del poder.

Hicimos lo que dijimos,
dijimos lo que hicimos,
rompimos el yeso, las mordazas
despertamos el misterio
de no saber lo que viene.

Lloramos de rabia,
saltamos de esperanza,
hicimos lo que hicimos
para despertar el misterio
para no saber lo que sigue.

Forma y fondo

Un día de 1991(?) Mauricio Redolés remeció la televisión, cuando despúes de que le pidieran que recitara uno de sus poemas empezó: “Hay viejos culiados que no creen en nuestro amor…” Era un escándalo de forma decir viejos culiados en la televisión, pero curiosamente no era un escándalo de fondo la censura demoledora.

Hoy, casi 30 años después, la TV no se atreve llamar por su nombre al perro Negro Matapacos. La forma se traduce en “periodistas” o lectores de noticias complicados, atragantados, temerosos de pronunciar un nombre en las noticias. El fondo es el miedo y la violencia sempiterna de la censura.

A veces nos ofrecen cambios de forma, una capa de pintura, un parche delicado, sobre la herida larga y maltratada. Queremos cambios de fondo, que se expresen por supuesto en forma también, pero que no nos dejen esperando otros treinta años para ver que nos metieron el dedo en la boca. De nuevo.

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