Vienes tarde otra vez, como tren de carga

Author: Luis Page 3 of 15

De cajón

Nos concentramos tanto en la urbe, ese laberinto de concreto con millones de vehículos titilando como insectos, que se nos olvida lo que está detrás del cerro. Por eso subo y bajo laderas, con plantas de hojas de cuero o espinas, cuidando cada gota de agua: se les va la vida en eso.

Algún vivo de cuello y corbata tuvo la idea brillante de transar el agua “a terceros”, jugada maestra, total sucedía más allá del cerro. Camiones, glaciares, relaves y el agua se hizo poca y turbia, por allá en el cajón del río.

¿Por qué preocuparse del planeta cuándo la política colapsa? Suena raro, pero incluso cuando buscábamos perdidos y encontrábamos hornos de cal, así de peluda nuestra existencia, Nicanor nos llamaba ‘a defender los últimos cisnes de cuello negro’.

Tuvimos ecopoemas y econstitución. Cuarenta años más tarde, de cajón, todavía necesitamos a Nicanor.

* Nicanor Parra nos dejó dos años atrás. Con tanta lesera, puchas que nos están radicalizando.

Los árboles no son ajenos a batallas

Los árboles no son ajenos a batallas por espacio, entrechocando ramas y desatando guerras químicas con sus raíces. ¿El premio? Agua, luz o nutrientes para sobrevivir, dominar y reproducirse. Ha sido una guerra eterna, o por los menos de millones de años, que son varias eternidades para este humano moribundo. Pero ahora es diferente: nosotros entramos a la pelea.

No se trata de un mano a mano, rama contra brazo. La contienda es desigual y cambiamos el mundo: reemplazamos los árboles con espacios abiertos, pavimentamos, compactamos, somos mezquinos de agua y luz, hasta que esperan quietos. Se secan, se enferman, se ponen amarillos; pálidos de hojas mustias, secas, hasta llegar al desnudo total. La lenta agonía de los árboles, del bosque esclerófilo de la República, de la Capitanía General, del Wallmapu, de las tierras ancestrales antes de los primeros humanos en el cono sur.

Estamos perdiendo nuestros amados árboles, más rápidamente de lo que soñábamos.

Paranormal

En los años 70 Uri Geller entró a nuestra realidad, doblando cucharas con su mente. Era una mentira cochina y un negocio redondo, pero así era el epítome de lo paranormal. Cazafantasmas explotó en los años 80, con fantasmas pegajosos y un incrédulo Dr Venkman liderando a colegas convencidos, pero por un precio. No era cosa de cazar fantasmas gratis, por lo menos al principio de la película.

Por eso no es de extrañar que Chile tenga personajes que explotan su paranormalidad. A ver, esto pasa en todas partes; cada país tiene sus Geller y Venkman. Pero el nivel de paranormalidad y el número y composición de personajes en Chile cuesta entenderlo. Hay una legalidad donde robar millones es menos malo que un delito de poca monta. Es un mundo de primos, amigos de colegio que no doblan cucharas con triquiñuelas, sino que tuercen regulaciones y destrozan ecosistemas en el proceso.

Y pasó en los 70, en los 80, en los 90, … hasta hoy, en que algunos extrañan tiempos paranormales en que “estábamos al borde del desarrollo”. Olvidan que el desarrollo no es paranormal, excepto casos puntuales de estafadores. Incluso Venkman, después de un comienzo poco auspicioso, se da cuenta de que hay cosas más importantes que el dinero fácil: los Cazafantasmas tenían responsabilidad social.

Casa vieja

La tierra se abrió

Ufólogos, partidarios de teorías conspirativas y personajes similares predican la idea de puntos de alta energía. Tú sabes, lugares que poseen ese no se qué, como de aire cargado con electricidad, que te empujan a soñar con un mundo alternativo. Hay versiones menores con cristales de cuarzo, pirámides que renuevan el filo de hojas de afeitar y vibraciones de aura. Pero los puntos de verdad, los chakras de la tierra, te hacen sentir un cosquilleo en el estómago.

Las pirámides de Egipto o templos en Tibet son puertas cósmicas, como lo es el Valle del Elqui. Pero hay puertas menores, que en ocasiones especiales alcanzan una potencia inesperada, producto de cadenas de sucesos de probabilidad infinitesimal. Imagina un amanecer típico a las 6:58 am de un viernes, del día 291 del año 2019. El pronóstico era de 26 grados, sin más ni menos satélites orbitando el planeta, ni más ni menos tráfico, con la contaminación de costumbre. En fin, un día normal. Excepto que fue la primera pieza del dominó, el primer copo de la avalancha, la llave para el chakra, la primera bacteria para la herida purulenta de Plaza Italia.

Ahora no sabemos que sigue, si otras puertas urbanas, portones rurales o, dios nos libre, un regreso a esa tranquilidad aparente. La incertidumbre de violencia explícita, o esa paz entre comillas, de violencia implícita y de mirar para el otro lado. Sinceramente no sé si tenemos elección, porque la tierra se abrió y hay que conversar con ella.

Geometría de reloj

Insanidad: el futurista

Lo creí muerto; hace mucho tiempo que no escuchaba de él. No es que extrañara los aires mesiánicos y las columnas de permanente guerra con fuerzas oscuras y malignas. Tampoco es que hubiera acertado alguna vez, como el reloj malo que está a la hora dos veces al día. En serio pensé que había desaparecido de este mundo temporal, porque ya había cumplido su función por décadas. Pero estaba equivocado.

Lo imagino en un asilo en una calle de nombre anodino; algo así como Los Duraznos o Calle Ancha. Con un frontis que hace pensar de oficina representante de empresa internacional, de esas que venden nada conocido. Un jardín ordenado y un guardia medio dormido, en el calor de Diciembre. Pero al entrar nos encontramos con un dormitorio sellado al exterior, dónde habita Sergio. Vive conectado a internet, cazando fantasmas totalitarios, planes zeta e invasiones cubanas. Lo visualizo con una barba larga, descuidada, alimentado por enfermeras de aire germano—rescatadas de Colonia Dignidad antes de su caída—con papilla infantil. El no se separa de la pantalla y teclea enfurecido preguntas y respuestas a los traidores de la patria. La enfermera de turno le cambia pacientemente el pañal y luego lo manguerea. Sergio no se da cuenta, enfrascado en una batalla literal con el mismo demonio.

El futuro se pelea cuerpo a cuerpo en Twitter, saltos al abordaje, Arturo Prat electrónico. Le chorrea un poco la baba por la comisura, mientras sus pupilas se dilatan ante un nuevo ataque. La luz cambia de posición, pero el aire sigue encerrado en la habitación de Sergio. El jura que es 1979 y la rebelión de las masas ha sido orquestrada por esbirros de la Unión Soviética. La enfermera más baja pacientemente le explica que han pasado cuarenta años, que está escribiendo en Twitter. Sergio tira una taza de té al piso y grita furioso: ¡UN EXORCISMO, necesitamos un exorcismo para salvar la patria! Y babea que tiene que proteger a su comandante.

La enfermera más alta toma notas en un iPad, ajusta la dosis de antisicóticos en la comida. Su opinión es que los efectos de la terapia son más positivos que negativos. Agrega un breve saludo al magnánimo sostenedor que paga por el asilo de Sergio, pone un link a la cuenta de Twitter https://twitter.com/melnicksergio, se despide atentamente y aprieta el botón que dice Enviar. Los informes mensuales siempre son así de cortos.

cabezas de pescado

La conversa

La conversa es intrínseca a la existencia.
A veces es parodia,
un chiste de doble sentido.
Otras es profunda,
acordando lo trascendente o dividiendo
el mundo en pedazos irreconciliables.
La conversa es verbo,
es tiña descuidada por harto tiempo,
barrido ajeno que no levanta el polvo.
Adjetiva, abúlica y cansada
enorme, poderosa como héroes
y heroinas de tira cómica.
La conversa son cabezas de pescado
que dan sentido a todo.

Blitzkrieg

Dos días seguidos jugando, apretando botones, cumpliendo objetivos, casi al tope de la tabla de posiciones. Se me caían los párpados, pero con el par de pastillas, le seguí dando. Salto, disparo, movimientos rápidos, ágiles y otro alien caído más. Después de otros cinco, los invasores huyeron despavoridos, de vuelta a sus guaridas en los sitios eriazos con montículos de piedras. La pantalla mostró “Bonus points, Cabo Martínez. ¡Bien hecho!”.

Ojos negros

La oscuridad dio paso a números, letras y polígonos de creciente resolución.
—¡Bienvenida! ¿Recuerdas algo?
—Casi nada. Un uniforme, mucho dolor… borroso, oscuro.

El técnico movió hábilmente unas perillas, hasta que la imagen quedó nítida.

—Terminé de ajustar los implantes. Tienes que firmar el documento aquí y también aquí—dijo pasando un bolígrafo—. Cuando retires la demanda vas a recibir la clave mensual para que funcionen.
—¿Cómo?
—Contrato normal. Excepto por avisos comerciales cada par de horas. Ni vas a notar la diferencia.

Historia: la prole del dolor

Ofrenda floral

Hicimos, dijimos

Hicimos lo que hicimos,
dijimos lo que dijimos,
insultamos a los violentos
a esos jalados, motivados por el miedo
las órdenes perentorias
y el goze del poder.

Hicimos lo que dijimos,
dijimos lo que hicimos,
rompimos el yeso, las mordazas
despertamos el misterio
de no saber lo que viene.

Lloramos de rabia,
saltamos de esperanza,
hicimos lo que hicimos
para despertar el misterio
para no saber lo que sigue.

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