Vienes tarde otra vez, como tren de carga

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Forma y fondo

Un día de 1991(?) Mauricio Redolés remeció la televisión, cuando despúes de que le pidieran que recitara uno de sus poemas empezó: “Hay viejos culiados que no creen en nuestro amor…” Era un escándalo de forma decir viejos culiados en la televisión, pero curiosamente no era un escándalo de fondo la censura demoledora.

Hoy, casi 30 años después, la TV no se atreve llamar por su nombre al perro Negro Matapacos. La forma se traduce en “periodistas” o lectores de noticias complicados, atragantados, temerosos de pronunciar un nombre en las noticias. El fondo es el miedo y la violencia sempiterna de la censura.

A veces nos ofrecen cambios de forma, una capa de pintura, un parche delicado, sobre la herida larga y maltratada. Queremos cambios de fondo, que se expresen por supuesto en forma también, pero que no nos dejen esperando otros treinta años para ver que nos metieron el dedo en la boca. De nuevo.

Trasvasije de ideas

Me paro frente a una clase y hablo, muevo los brazos, apunto al pizarrón*: diagramas, ecuaciones básicas, fotos. Agito los brazos un poco más, camino, paseo, murmuro,… Apunto al pizarrón.

Estoy tratando de mover ideas de mi cabeza. Mi entendimiento, punto de vista, sesgos y lecciones aprendidas a porrazo limpio. Enumero, y quiero transformar el pizarrón en una cañería que conecta mentes. Pero hay goteras, llaves, desviaciones y llega una magra cantidad del contenido inicial.

Quizás yo soy el viejo fome, pero me cuesta conectar y reducir esas goteras. Actividades interactivas, códigos QR, video parecen no hacer mucha diferencia. Tal vez soy yo: no cuento el secreto de la manera apropriada, muy a lo bruto y con poca paciencia. Tal vez es el tema: maldita estadística y sus leseras significativas. Lo que sea, estoy en un mundo de salas de clases llenas de goteras en el transporte de ideas.

*Pizarrón, bueno un whiteboard con marcadores en vez de tiza.

Niños en bus, Lautoka, Fiji.

Volví al sur

Volví a los cuarenta y tres grados y medio latitud sur, un poco más oscuro, un poco más alegre de haber conocido a esa humanidad diferente. El ritmo de las islas tropicales es contagioso, aproveché de leer novelas, soñar universos alternativos y ver menos televisión. Comí menos y diferente, raíces, pescado y ensaladas; piña y lechosa a destajo.

Recordé paisajes antiguos, también tropicales, con árboles que salvaban del sol atormentador. Pensé en la destrucción de los manglares, la prisión de islas artificiales y de centros vacacionales de plástico. Disfruté viajes en autobús sin ventanas, llenos de colegiales de colores y religiones diferentes. Se reían como nos reíamos nosotros. Son nosotros de décadas anteriores: iguales y merecedores de las mismas oportunidades.

El nivel del agua está tan arriba: un par de metros y ya no hay casa, ni cosecha. El mar lame los bordes mientras el mundo se calienta y nos demoramos pensando en decidir lo correcto. Las islas son los primeros testigos, pero todos vamos por el mismo camino.

Vuelta a borrador

He ido revisando lentamente, restaurando en ciertas ocasiones, pero llegué a un punto en que no puedo encontrar el sueño original. Tras los ataques malandras y mala clase a Tren de Carga de unos años atrás, use Archive.org, pero de alguna manera eso fue borrado y ya no hay vuelta atrás. La memoria alcanza hasta fines del año 2010—lo que no es poco—y del resto, vaya uno a saber.

Pensé en hacerme mala sangre, pero creo que hay que apreciar la impermanencia del medio, ser Budistas electrónicos y let go. Respirar profundo, meditar sentado en un cojín y abrir nuestras mentes a la verdad permanente: no hay URL que resista el paso del tiempo.

De a poco estoy cambiando a borrador los artículos más antiguos y pensando en el desafío de escribir mejor, más seguido y más alegre en el futuro.

No seas tropical

“No seas tropical”—me dicen indignados. Las desviaciones del color marengo y café carmelita los ponen nerviosos.

Debería conformarme con café instantáneo y kilos de azúcar, las comidas de costumbre y los paseos de otrora.

Hoy me despierto y hay lagartijas en los rincones, aire tibio y húmedo, gente tremenda que se mueve a otro ritmo. Veo un manglar desde la ventana y barcos que guiñan al ritmo de las olas.

Cada vez que vuelo me da cargo de conciencia con los kilos de carbono, hasta que recuerdo que trabajo incrementando la densidad de la madera de los árboles y me relajo. Tengo créditos de carbono hasta el aburrimiento.

Bienvenido a Fiji.

Mienten

En estos días de ataques a las verdades, manipulación de imágenes y videos insólitos, busco un punto de vista equánime. Que llamen al pan pan y al vino vino, sin pelos en la lengua, pero con compasión por el prójimo. Menos repartir miedo, más informar con conciencia, más impulsarnos a cambiar lo necesario. Pero me encuentro con que

El Mercurio miente.
La Estrella de Chiloé miente.
El Manawatu Standard miente.
El Aragüeño miente.
La Opinión Austral miente.

Del primero lo hemos sabido hace más de cinco décadas, de los otros, bueno, de a poco uno se va dando cuenta. Pan y circo, o quizás fonda y circo, para vendernos una cosa más mientras el calor y la sequía consume los árboles lentamente.

Delta 43

Una mitad de Tren de Carga suda a 40°C, mientras la otra mitad tirita a -3°C. Una mitad toma cerveza fría en el hemisferio norte, mientras la otra se prepara un chocolate caliente en el sur. En promedio, estamos en condiciones casi ideales, un primaveral 18,5°C, pero los promedios ocultan desigualdades brutales.

Ahora en puntos diametralmente opuestos, con cientos de deltas, incluyendo estaciones opuestas.

Velocidad del paisaje cibernético

Hay 19,259 km entre Solsona, España y Christchurch, Nueva Zelanda—casi antipódicos. El sobre tiene estampado el 20 de Junio y llegó hoy 29 de Junio lo que, engañosamente, sugiere 9 días. Pero el sobre tardó sólo 8 días; clásico ejemplo del efecto Phileas Fogg, olvidando el cruce de la linea internacional del cambio de fecha.

O sea el paisaje cibernético pasa a aproximadamente a 2,400 km diarios o 100 km/hora. ¡Ahora a leerlo y gracias por el libro!

Protección para el paisaje cibernético.

Lista de compras

  • Tres cebollas.
  • Una cabeza de ajo.
  • Una bolsa de papas.
  • Longaniza.
  • Garbanzos.
  • Ají al por mayor.
  • Una tarjeta gráfica para moler números a destajo.

No sólo de number crunching vive el investigador.

Simetrías

Tengo una fascinación de largo aliento con las simetrías, más aún si son inesperadas. En otras ocasiones las espero pacientemente, porque sé que ya están por lanzarse rápidamente desde el fondo del ropero.

Estaba trabajando con sistemas de ecuaciones lineales, usando las matrices de costumbre, buscando simplificar a concho la realidad, en base a numerosos supuestos. Y aparecieron, como era esperado, las matrices diagonales (D), con sus elementos distintos de cero (dxy) sólo cuando las coordenadas x son iguales a las y. Y ahí me empezó a dar la picazón, porque venía la inversa de la diagonal, que es simplemente una diagonal con el inverso de cada uno de los dxy (1/dxy). ¡Qué hermosura! Y por ahí venía la inversa de una matriz autoregresiva, que es tridiagonal. ¡Besando dedos de emoción!

Por supuesto que el mundo está lleno de más o menos esperadas simetrías a la vuelta de la esquina. Nuestros supuestos a veces las multiplican, magnifican y reproducen hasta que chorrea simetría de las páginas. Otras veces las miramos con desconfianza y enroscamos la nariz cómo si olieramos comida descompuesta.

Pacientemente, en el fondo del ropero, las simetrías duermen hasta que alguien con una fascinación de largo aliento las despierte.

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