Vienes tarde otra vez, como tren de carga

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Obviamente el país, no el vegetal.

Casa vieja

La tierra se abrió

Ufólogos, partidarios de teorías conspirativas y personajes similares predican la idea de puntos de alta energía. Tú sabes, lugares que poseen ese no se qué, como de aire cargado con electricidad, que te empujan a soñar con un mundo alternativo. Hay versiones menores con cristales de cuarzo, pirámides que renuevan el filo de hojas de afeitar y vibraciones de aura. Pero los puntos de verdad, los chakras de la tierra, te hacen sentir un cosquilleo en el estómago.

Las pirámides de Egipto o templos en Tibet son puertas cósmicas, como lo es el Valle del Elqui. Pero hay puertas menores, que en ocasiones especiales alcanzan una potencia inesperada, producto de cadenas de sucesos de probabilidad infinitesimal. Imagina un amanecer típico a las 6:58 am de un viernes, del día 291 del año 2019. El pronóstico era de 26 grados, sin más ni menos satélites orbitando el planeta, ni más ni menos tráfico, con la contaminación de costumbre. En fin, un día normal. Excepto que fue la primera pieza del dominó, el primer copo de la avalancha, la llave para el chakra, la primera bacteria para la herida purulenta de Plaza Italia.

Ahora no sabemos que sigue, si otras puertas urbanas, portones rurales o, dios nos libre, un regreso a esa tranquilidad aparente. La incertidumbre de violencia explícita, o esa paz entre comillas, de violencia implícita y de mirar para el otro lado. Sinceramente no sé si tenemos elección, porque la tierra se abrió y hay que conversar con ella.

Geometría de reloj

Insanidad: el futurista

Lo creí muerto; hace mucho tiempo que no escuchaba de él. No es que extrañara los aires mesiánicos y las columnas de permanente guerra con fuerzas oscuras y malignas. Tampoco es que hubiera acertado alguna vez, como el reloj malo que está a la hora dos veces al día. En serio pensé que había desaparecido de este mundo temporal, porque ya había cumplido su función por décadas. Pero estaba equivocado.

Lo imagino en un asilo en una calle de nombre anodino; algo así como Los Duraznos o Calle Ancha. Con un frontis que hace pensar de oficina representante de empresa internacional, de esas que venden nada conocido. Un jardín ordenado y un guardia medio dormido, en el calor de Diciembre. Pero al entrar nos encontramos con un dormitorio sellado al exterior, dónde habita Sergio. Vive conectado a internet, cazando fantasmas totalitarios, planes zeta e invasiones cubanas. Lo visualizo con una barba larga, descuidada, alimentado por enfermeras de aire germano—rescatadas de Colonia Dignidad antes de su caída—con papilla infantil. El no se separa de la pantalla y teclea enfurecido preguntas y respuestas a los traidores de la patria. La enfermera de turno le cambia pacientemente el pañal y luego lo manguerea. Sergio no se da cuenta, enfrascado en una batalla literal con el mismo demonio.

El futuro se pelea cuerpo a cuerpo en Twitter, saltos al abordaje, Arturo Prat electrónico. Le chorrea un poco la baba por la comisura, mientras sus pupilas se dilatan ante un nuevo ataque. La luz cambia de posición, pero el aire sigue encerrado en la habitación de Sergio. El jura que es 1979 y la rebelión de las masas ha sido orquestrada por esbirros de la Unión Soviética. La enfermera más baja pacientemente le explica que han pasado cuarenta años, que está escribiendo en Twitter. Sergio tira una taza de té al piso y grita furioso: ¡UN EXORCISMO, necesitamos un exorcismo para salvar la patria! Y babea que tiene que proteger a su comandante.

La enfermera más alta toma notas en un iPad, ajusta la dosis de antisicóticos en la comida. Su opinión es que los efectos de la terapia son más positivos que negativos. Agrega un breve saludo al magnánimo sostenedor que paga por el asilo de Sergio, pone un link a la cuenta de Twitter https://twitter.com/melnicksergio, se despide atentamente y aprieta el botón que dice Enviar. Los informes mensuales siempre son así de cortos.

Blitzkrieg

Dos días seguidos jugando, apretando botones, cumpliendo objetivos, casi al tope de la tabla de posiciones. Se me caían los párpados, pero con el par de pastillas, le seguí dando. Salto, disparo, movimientos rápidos, ágiles y otro alien caído más. Después de otros cinco, los invasores huyeron despavoridos, de vuelta a sus guaridas en los sitios eriazos con montículos de piedras. La pantalla mostró “Bonus points, Cabo Martínez. ¡Bien hecho!”.

Ojos negros

La oscuridad dio paso a números, letras y polígonos de creciente resolución.
—¡Bienvenida! ¿Recuerdas algo?
—Casi nada. Un uniforme, mucho dolor… borroso, oscuro.

El técnico movió hábilmente unas perillas, hasta que la imagen quedó nítida.

—Terminé de ajustar los implantes. Tienes que firmar el documento aquí y también aquí—dijo pasando un bolígrafo—. Cuando retires la demanda vas a recibir la clave mensual para que funcionen.
—¿Cómo?
—Contrato normal. Excepto por avisos comerciales cada par de horas. Ni vas a notar la diferencia.

Historia: la prole del dolor

Ofrenda floral

Hicimos, dijimos

Hicimos lo que hicimos,
dijimos lo que dijimos,
insultamos a los violentos
a esos jalados, motivados por el miedo
las órdenes perentorias
y el goze del poder.

Hicimos lo que dijimos,
dijimos lo que hicimos,
rompimos el yeso, las mordazas
despertamos el misterio
de no saber lo que viene.

Lloramos de rabia,
saltamos de esperanza,
hicimos lo que hicimos
para despertar el misterio
para no saber lo que sigue.

Forma y fondo

Un día de 1991(?) Mauricio Redolés remeció la televisión, cuando despúes de que le pidieran que recitara uno de sus poemas empezó: “Hay viejos culiados que no creen en nuestro amor…” Era un escándalo de forma decir viejos culiados en la televisión, pero curiosamente no era un escándalo de fondo la censura demoledora.

Hoy, casi 30 años después, la TV no se atreve llamar por su nombre al perro Negro Matapacos. La forma se traduce en “periodistas” o lectores de noticias complicados, atragantados, temerosos de pronunciar un nombre en las noticias. El fondo es el miedo y la violencia sempiterna de la censura.

A veces nos ofrecen cambios de forma, una capa de pintura, un parche delicado, sobre la herida larga y maltratada. Queremos cambios de fondo, que se expresen por supuesto en forma también, pero que no nos dejen esperando otros treinta años para ver que nos metieron el dedo en la boca. De nuevo.

Mienten

En estos días de ataques a las verdades, manipulación de imágenes y videos insólitos, busco un punto de vista equánime. Que llamen al pan pan y al vino vino, sin pelos en la lengua, pero con compasión por el prójimo. Menos repartir miedo, más informar con conciencia, más impulsarnos a cambiar lo necesario. Pero me encuentro con que

El Mercurio miente.
La Estrella de Chiloé miente.
El Manawatu Standard miente.
El Aragüeño miente.
La Opinión Austral miente.

Del primero lo hemos sabido hace más de cinco décadas, de los otros, bueno, de a poco uno se va dando cuenta. Pan y circo, o quizás fonda y circo, para vendernos una cosa más mientras el calor y la sequía consume los árboles lentamente.

Velocidad del paisaje cibernético

Hay 19,259 km entre Solsona, España y Christchurch, Nueva Zelanda—casi antipódicos. El sobre tiene estampado el 20 de Junio y llegó hoy 29 de Junio lo que, engañosamente, sugiere 9 días. Pero el sobre tardó sólo 8 días; clásico ejemplo del efecto Phileas Fogg, olvidando el cruce de la linea internacional del cambio de fecha.

O sea el paisaje cibernético pasa a aproximadamente a 2,400 km diarios o 100 km/hora. ¡Ahora a leerlo y gracias por el libro!

Protección para el paisaje cibernético.

LIDAR

Cuando chico me gustaban los mapas. Ese atlas importado que tenía detalles improbables, mostrando incluso el nombre de ese pueblo al lado de Madison, Wisconsin. O esa guía que detallaba todas las paradas entre Nueva Imperial y Traiguén, cubiertas por un bus rural solitario.

Pero la escala era inconvincente: todo comprimido y reducido como en una olla a presión. ¿Dónde estaba la magnificencia Borgesiana, el mapa 1:1 (uno a uno) que replicaba el mundo externo? Pasé años sopesando malhumorado las restricciones del papel y la imprenta y los corchetes. Hasta que apareció LIDAR*.

Instrucciones: 1. Consiga un avión. 2. Consiga un puntero láser poderoso y un cronómetro de precisión. 3. Vuele alrededor disparando el puntero láser hacia abajo, midiendo cuánto se demora en rebotar la luz de vuelta. 4. Convierta esos tiempos en distancias y produzca un mapa.

Aparecen los árboles, las casas, las zanjas, y el lugar para los asados en el fondo del patio. Aparecen el rehue sagrado, el bar clandestino de la esquina y los cactuses que montan guardia en el cerro de más allá, donde desaparecieron los compañeros en los 1970s. Aparecen los restos arqueológicos tragados por la selva, las memorias de los muertos y el basurero municipal con sus pájaros carroñeros.

Un mapa enorme hecho de luz y tiempo.

Cuando grande me gustan los mapas.

*LIght Detection And Ranging.

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