A veces la gente me pregunta “¿En qué trabajas?”. Sabiendo lo que viene, les contesto “Soy profe en la U”, sin entrar en mucho detalle. La pregunta obvia que el incauto personaje puede hacer es “¿Pero qué haces en concreto?”.
Pucha, en definitiva lo que paga las cuentas es mi trabajo con números o, más preciso, con estadística. Es un secreto a voces, pero si no se han enterado, les cuento que la estadística usa un lenguaje altamente poético.
En vez de decir que produzco promedios digo valores esperados o, aún mejor, hablo de estimar esperanzas. Y tengo bondades de ajuste y al final del día pruebo Kolmogorov–Smirnov, que suena como a marca de vodka, pero no se bebe. Evalúo verosimilitudes y las multiplico por mis creencias, para acotar nuevas Esperanzas, lo que suena Bayesiano y Cortaziano al mismo tiempo.
También dibujo harto, pero con código en vez de con lápiz y papel, para producir un puntillismo detallado, lineas del nazca medio borrachas o jorobas de camellos y dromedarios. Desde el punto de vista verbal, mi mayor herramienta son los insultos abundantes contra el computador, por su incapacidad de entender mis instrucciones imprecisas.
¿Ven? Mejor se hubieran quedado con que trabajo de profe.
P.S. Esto es parte una serie de relatos en cuarentena.