Conversar de los amigos y salir luego a recorrer las calles que hasta hoy pensábamos desaparecidas.
Conversar sobre los miedos y de ese despertar y muerte que trae la edad y de su avance irreverente que cambia los cuerpos.
Suena en el piano una melodía amorosa, como las conversaciones que no se nos dan por los últimos sucesos de la historia.
Esas que solo llegan en destellos una tarde de sábado.