En realidad nada a cambiado mucho aquí. El que ha cambiado eres tú…—me dijo mi abuela cuando volví de 4 años de un intelectual retiro—.
Aquí nada avanza con el tiempo. Sólo ocurren cosas. A ratos nos dan mucha risa y a ratos lloramos tipo Teletón.
El tiempo lo inventaron otros, los que inventaron el espejo, el peinador automático, el perfume y la televisión. Nosotros no hemos inventado nada, así que eso del tiempo nos tiene sin cuidado.
Dicen que me morí a los 99 años en una clínica de Santiago, pero no es verdad. Nada ha cambiado y tú has vuelto y sigues rastrillando la tierra del jardín como lo hacías antes. Echas de menos las salidas a la playa y la voz de tu padre que te llama bajo un volantín en el Cajón del Maipo.
¿Viste esa película “El día de la Marmota? Supe que la viste en castellano, en inglés y francés. ¿Cómo es que hablas y escribes en tres lenguas, lees en otras cuatro y tienes tan mala ortografía? ¡Ves! nada ha cambiado. Arrastras tu déficit atencional y se lo has heredado a los que te siguen.
Incluso, aun que no lo creas, aquí vivimos y somos tu ficción. Somos el SYNCO, el otro lado de la pantalla, lo que para ti por suerte no fue, los párrafos pseudo-poéticos, la largada de carrera gitana, la caravana asfáltica de la Tirana. Todas esas cosas que tú en tus cuatro años de ausencia no quisiste ser.
Como ves, nada ha cambiado y gracias a mí piensas esas cosas esféricamente increíbles.
Vamos hijito mío, traiga el agua caliente y sigamos este mate 2.0 que perfuma a chachacoma cibernética.