Hace una semana volví a ese Valparaíso de calles de piedras levantadas y muros de fonolitas pintados por el aceite de una muchedumbre abandonada rumbo a la modernidad.
A ese Valparaiso que en su caminar a ratos se muestra glorioso y a ratos triste producto de golpes de ignorancia de aquellos que piensan que la belleza tiene solo un punto de fuja.
Caminé por sus calles y fui recordando en cada esquina vidas pasadas que sin saber si fueron mejores que las nuestras, están ahí contando historias de redenciones y levantamientos.
Valparaiso sigue vivendo a pulsos de época, de sus mujers y hombres solo fieles al mar, fieles a la pendiente fuerte, a la caída fantástica después de perder el equilibrio en la colina.
¿Pero, donde estuviste estos años me preguntas?
Escondido en lo profundo del bosque, escapando junto a otras especies de la sequía, intentando construir triste un nuevo nicho, un incompleto nicho que no será suficiente para todos.
Estuve muy alejado de ti y de esa línea de luces de la tarde que marca tu llega al pacífico y de ese verdor que imponen las palmas marcando tu llega dinámica al borde de la colina.
Pero estoy de regreso. Con amores frescos que me llevan a la resurrección de los sentidos, con recuerdos de antiguos y nuevos difuntos y de los que vienen en camino todavía.
Aquí estoy Valparaíso, perdido frente a tí, como quimera olvidada en el horizonte.