Vienes tarde otra vez, como tren de carga

Month: May 2011

Mapuches y Chilenos: ¿Qué perdemos?

El conflicto, tema, problema o asunto mapuche es una de esas noticias recurrentes en Chile y es frecuentemente presentada en términos de ellos versus nosotros. Mi primer encuentro personal con el conflicto fue visitando la zona de Puerto Saavedra, unos 25 años atrás, cuando presencié el siguiente diálogo:

— ‘Mari mari peñi’ saludó mi compañero de viaje, haciendo gala de su básico conocimiento de Mapudungun.
— ‘No soy tu hermano, chileno’ fue la respuesta escueta y dura.

Esas simples palabras derrumbaron mi estereotipo de libro de historia en el colegio, en que los mapuches aparecían de vez en cuando como actores de reparto, en que ya jugaron su rol y fueron asimilados después de una lucha valiente. Me quedé mudo y guardé el recuerdo —junto a muchos otros de ese viaje, incluyendo la cálida acogida en una ruka— hasta hoy.

Varios autores presentan esta división como un acto de privación, en que sólo ellos pierden, eternamente postergados, mientras nosotros continuamos nuestra vida normal. Sin embargo, me parece ingenuo olvidar nuestra privación. Nuestra cultura es más pobre porque ignoramos pueblos enteros, la mayoría hablamos solamente un idioma (y a duras penas) mientras nuestra toponimia es rica en palabras que no entendemos, llegamos incluso a limitar las oportunidades laborales de muchos compatriotas porque no tienen el ‘fenotipo apropiado’ para un cargo: son ‘muy mecha tiesa’ a su pesar. Probablemente dejaríamos de perder al entender que la mayoría no somos ni ‘ellos’ ni ‘nosotros’, somos mestizos.

El conflicto, tema, problema o asunto mapuche es presentado mayoritariamente desde una ’sensibilidad’ de izquierda. Yo prefiero verlo desde un punto de vista liberal, sí de mercado y libertades personales. Un buen comienzo es Hernando de Soto, economista peruano, quien se preguntó cuál era el Misterio del Capital y por qué teníamos grupos exitosos económicamente mientras otros estaban sumidos en la pobreza. Su respuesta fue que el mercado (y el capitalismo en general) puede funcionar bien cuando hay derechos de propiedad claros. Cuando quitamos tierras, cuando devolvemos tierras ‘con condiciones’, cuando tratamos reclamos válidos como actividad terroristas estamos restringiendo la libertad de propiedad y, al mismo tiempo, la libertad de los mapuches de decidir por si mismos.

Por mucho tiempo hemos infantilizado a grupos completos de nuestra población, los hemos empujado a una dependencia precaria del Estado y, como resultado, estamos deteriorando su (y nuestra) cultura. Este resultado es lo opuesto a lo que busca un liberal y hace que como país seamos menos de lo que podríamos ser.

Falta de imaginación

Hasta ahora había ignorado la discusión del proyecto hidroeléctrico Aysén: hay un número limitado de cosas a las que puedo prestar atención desde la distancia. Pero comencé a leer un artículo en El Post, escrito por Pablo Larraín, que mostraba mucha carencia de imaginación y limitación de opciones. Aquí va mi respuesta:

Estimado Pablo,

Voy a comenzar reconociendo algo simple: no me gustan la mayoría de los grupos ambientalistas. Mi razón principal es que no los considero ’suficientemente serios’ en materia técnica y con motivaciones más que nada políticas. Soy de las personas que, un par de días atrás, esbozó una sonrisa cuando el registro de Greenpeace como caridad en términos impositivos fue anulado en Nueva Zelandia por ser una organización mayoritariamente política.

Sin embargo, y por supuesto que a esta altura deberías esperar un pero, encuentro tu argumento terriblemente poco convincente. Es fácil descalificar al adversario y apelar al ridículo: ellos repiten ‘mantras’. Por otro lado, los argumentos que presentas son: necesitamos desarrollo (una canasta de trabajo, compra de libros, recitales y otras cosas más), eso implica que necesitamos más energía, por lo tanto y dado que hay solamente tres opciones implica que el proyecto es una buena idea.

No hay alternativas ’serias’ va junto a una pregunta simple ¿Quién debería proponer alternativas?. Abrí mi copia de ‘Physics for future presidents’ un libro muy entretenido escrito por el físico Richard A. Muller del Lawrence Berkeley Laboratory en California. Con información básica podemos hacer unos cálculos en una servilleta: energía solar que llega en promedio por metro cuadrado: 1 kilowatt. Digamos que una celda solar puede capturar 15 por ciento de ese valor: 150 watts. Nos cuentas que el proyecto Aysén va a producir 2750 megawatts, o sea 2.7x 10^9 watts. Si calculamos 2.7×10^9/150 obtenemos la cantidad de metros cuadrados: 1.8×10^7. Suena a un montón, pero considerando que un kilómetro cuadrado es 10^6 metros cuadrados, tenemos que necesitaríamos 1.8×10^7/10^6, o sea 18 kilómetros cuadrados de celdas solares: aproximadamente un cuadrado de 4.3 kilómetros por lado puesto en el norte de Chile. No suena imposible. Claro, habría que hacer un estudio de factibilidad, pero ese cálculo simple me tomó 5 minutos. ¿Cuán seriamente hemos evaluado las alternativas? Dada la irreversibilidad de la decisión, ¿deberíamos estar tan apurados en activar el proyecto?

Un par de años atrás me encontré con la siguiente frase en un templo en Kyoto: “No son las cosas externas las que nos restringen sino que nuestras mentes atadas a cosas que nos restringen” (mi traducción imperfecta). A veces lo que más nos falta es imaginación.

Resfríos

Hay años buenos, esos en que nos sentimos a prueba de balas, y años mediocres, en que nos agarramos cuanto bicho anda dando vueltas. El dos mil once pertenece a la segunda categoría; a pesar de los milagros de la medicina moderna (donde milagro se escribe entre comillas) he andado contra las cuerdas. Suena serio, pero hasta donde y sé es un simple resfrío tras otro, una reacción en cadena o una seguidilla de inconvenientes.

Antibióticos, kilómetros de papel higiénico—suave, de buena calidad, para no lijar la nariz, antioxidantes, limón, cama, no cama, analgésicos y toda la parafernalia asociada a los resfríos. Un cerro de papeles usados y arrugados a mi lado verifica mi historia, mi coartada en lenguaje policial, la evidencia de este 2011 otoñal.

De a poco he derivado a infusiones con contenidos bajos (o no tan bajos) que no curan, pero alivian el malestar constante. Y ahí es donde empezó esta nota, tomando mate con miel. Iba a servirme una segunda taza cuando observé los finos del mate pegados en un poco de miel al fondo de la taza. Mate y miel, una combinación interesante como para pensar en cápsulas o caramelos. ¿Habrá pastillas de mate con miel? Porque parece que el mercado está lleno de eucalipto, mentol y otras combinaciones que no incluyen el fondo de mi taza.

Al lado del camino

Esta sema ha sido extraña.

Como estar al lado del camino.

Definiendo el espacio y el tiempo.

En geometrías conocidas e imaginarias.

En tiempos concretos e imaginarios.

En transformaciones simples y a veces compuestas.

Pocos se preguntan por su tiempo y su espacio, de como ocurren en paralelo, definiendo sus físicas y sus ecologías.

Eso a sido esta semana, pensar en lo que no siempre pienso.

Pensar y a ratos sentirse al lado del camino.

Como un espino al borde de la pradera que viene.

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