— “¿Supiste de Claudia, Mónica, Sandra [escoge una]?” me preguntó mi amiga.
— “No, nada desde el año del ñauca” repliqué indolente.
— “Se suicidó unos pocos días atrás. Saltó al vacío, apretó el gatillo, usó el horno [escoge uno]” me informa mi interlocutora.

“Qué pena, qué sorpresa, qué extraño” respondo en turnos. ¿Cómo entender lo incomprensible con tan poca información en nuestras manos? Sola en New York, sola en Santiago, sola en algún pueblo innombrable. ¿Quién hubiera apostado contra sus vidas? “Era alegre, amistosa, retraída [escoge uno]”.

¿Están? ¿Sí? ¿Dónde? y las recuerdo desde 1976 en adelante. Claudia era mayor que yo, las otras menores; todas marcan (o marcaron) etapas, lugares, momentos. Y no encuentro cómo terminar este texto, porque no sé que les diría. Adios o gracias.