El conflicto, tema, problema o asunto mapuche es una de esas noticias recurrentes en Chile y es frecuentemente presentada en términos de ellos versus nosotros. Mi primer encuentro personal con el conflicto fue visitando la zona de Puerto Saavedra, unos 25 años atrás, cuando presencié el siguiente diálogo:
— ‘Mari mari peñi’ saludó mi compañero de viaje, haciendo gala de su básico conocimiento de Mapudungun.
— ‘No soy tu hermano, chileno’ fue la respuesta escueta y dura.
Esas simples palabras derrumbaron mi estereotipo de libro de historia en el colegio, en que los mapuches aparecían de vez en cuando como actores de reparto, en que ya jugaron su rol y fueron asimilados después de una lucha valiente. Me quedé mudo y guardé el recuerdo —junto a muchos otros de ese viaje, incluyendo la cálida acogida en una ruka— hasta hoy.
Varios autores presentan esta división como un acto de privación, en que sólo ellos pierden, eternamente postergados, mientras nosotros continuamos nuestra vida normal. Sin embargo, me parece ingenuo olvidar nuestra privación. Nuestra cultura es más pobre porque ignoramos pueblos enteros, la mayoría hablamos solamente un idioma (y a duras penas) mientras nuestra toponimia es rica en palabras que no entendemos, llegamos incluso a limitar las oportunidades laborales de muchos compatriotas porque no tienen el ‘fenotipo apropiado’ para un cargo: son ‘muy mecha tiesa’ a su pesar. Probablemente dejaríamos de perder al entender que la mayoría no somos ni ‘ellos’ ni ‘nosotros’, somos mestizos.
El conflicto, tema, problema o asunto mapuche es presentado mayoritariamente desde una ’sensibilidad’ de izquierda. Yo prefiero verlo desde un punto de vista liberal, sí de mercado y libertades personales. Un buen comienzo es Hernando de Soto, economista peruano, quien se preguntó cuál era el Misterio del Capital y por qué teníamos grupos exitosos económicamente mientras otros estaban sumidos en la pobreza. Su respuesta fue que el mercado (y el capitalismo en general) puede funcionar bien cuando hay derechos de propiedad claros. Cuando quitamos tierras, cuando devolvemos tierras ‘con condiciones’, cuando tratamos reclamos válidos como actividad terroristas estamos restringiendo la libertad de propiedad y, al mismo tiempo, la libertad de los mapuches de decidir por si mismos.
Por mucho tiempo hemos infantilizado a grupos completos de nuestra población, los hemos empujado a una dependencia precaria del Estado y, como resultado, estamos deteriorando su (y nuestra) cultura. Este resultado es lo opuesto a lo que busca un liberal y hace que como país seamos menos de lo que podríamos ser.
ramy
No Luis,
No pasó sin pena ni gloria; hubo personas que lo leyeron y pudieron obtener un enfoque alternativo, moderno y razonable del famoso problema mapuche!,
ramy
glen
pasa en Chile y en un resto de otros pueblos, el cambio de mentalidad es a lo que necesitamos apuntar