La mayoría de las películas de zombies empiezan con una premisa simple, ya sea los zombies existen (pero no sabemos cómo aparecieron) o hay un evento violento. En este último caso, el cambio es abrupto con un antes y un después clarísimos.
Pero este año fue diferente: un choque de trenes de carga anunciado por meses, en cámara lenta y con tomas de múltiple ángulos. Dieron una, dos, tres y aún más oportunidades, ¡pero para qué seguir recomendaciones que fueran afectar la economía! Mejor improvisar, ser batidinámico y empujar primero una ciudad y después todo un país por un pasadizo muy chico, sin lugar para todos. Y miles no cupieron.
No tenía que ser así y todavía no debe ser así. Lo sé, porque en esta realidad alternativa al otro lado del Pacífico, no sobró gente, ni hubo pasadizo muy estrecho. Y el mundo no se acabó, la economía siguió funcionando y no tuvimos películas de zombies. Hay quienes no creen que sea posible, pero sí, aunque parezca de Ripley. Un poco de empatía, un poco de esfuerzo y la magia ocurre, aunque usted no lo crea.
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