Dejé mi puesto de detective de la PID hace algunos días. -¿Cansado?, ¿jubilado?, ¿Echado de un puesto de 20 años? ¿De un puesto a comportamiento intachable de investigador de accidentes de carretera?. No, nada de eso.
Sólo dejé mi vida de la DPI por mi fatiga y mi rabia de no poder resolver algunos peculiares casos de accidentes de transito. Derrumbe de fierros en cámara rápida como caja de puzzle tirada al piso. Lo mío no eran cualquier accidente, como choque de viejecitas de supermercado o de cobro de pólizas de seguro de gerentes agobiados por sus deudas. Era la carretera profunda, húmeda, ciega y sin visiones ni compaciones.
Lo mio eran los accidentes. Volcamientos, atropellos, colisiones múltiples…todas al límite de lo permitido, es decir 120, 140, 200 km por hora. Imaginen muchos fierros retorcidos , peluches, malestas de viajes, libros y sobre todo recuerdos he ilusiones repartidos por todos lados. Bultos de miles de formas, tamaños y composiciones, cuerpos, sangre, tristezas, dolores….todo eso, cada día o noche, pero un trabajo de fin y sin muchos principios.
Ese era yo. Detective Gerardo Andrade de la PID, 190-7 carreteras y misceláneos graves, sí, sobre todo muy graves.
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