Hubo un tiempo en que la imagen era la realidad. Bueno, al menos que uno fuera purgado por alguna dictadura a la Stalin, en que alguien se daba el trabajo de retocar “cuidadosamente” para borrar toda huella de alguna fotografía oficial. Otros intentos igual de atorrantes fueron fotos retocadas de la candidatura de Alessandri, ahí, en el año del ñauca.
Qué darían esos retocadores de otrora por tener la tecnología de hoy:
Creando explosiones de barcos inexistentes, personajes a medio congelar en un estudio en LA. ¿Cuál parte es cierta en esta película? ¿Son esos árboles reales? ¿Los automóviles, los pájaros? ¿Cuánto tiempo falta para que los actores sean totalmente digitales y no los podamos diferenciar de un humano?
¿Qué pasaría si eliminaramos todas las copias de una foto y la reemplazaramos con una realidad recreada, sin que fuera posible ver la diferencia? La foto original no existe, nunca pasó.
Un día las imágenes van a escapar del cine y vamos a tener ‘realidad’ manipulada al instante. Una vida de telones verdes constantes. Entonces nos vamos a preguntar ¿qué es cierto?
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