A Tere Serra
Hace 1000 años llegué a Barcelona por la puerta ancha que lleva al corazón de su Catedral.
Ahí besé a migrantes y mendigos de sus calles y compartí hachis y caramel en bares nocturnos de marineros que regresaban desde el continente sur.
Vestí gótico, me escondí de policias y fui maleante por comprar mercadería en avenidas cargadas de viajeros perdidos por la humedad y el calor.
Miré al norte magnétco y ví la gran cruz entre tantas torres de construciíón sostenidas por la pietat misma que tienen sus ciudadanos.
Bajé al subte, tomé camino a fuentes de agua y a piezas escondidas, preparé vino y salé el pescado que llega a día fresco desde el mar Mediterráneo.
Barcelona tiene pendiente de rambla y tatuajes de motociclista en sus muros como señalética viva del virtuoso devenir en sus calles.
Aquí te dejo Barcelona por otros lugares y otras cabelleras, esperando que por fin te decidas a terminar ese maravilloso sueño de natura-construida que te ha heredado Gaudí.
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