Hace tiempo que no sentía tanta inestabilidad.
Las personas en las avenidas de la ciudad corriendo y gritando como si el sol se hubiese detendino en un punto para luego no avanzar.
Los ojos gritan ya que el silencio de las voces se expande como ondas llenando de fuego y rabia edificios de gobierno e iglesias eximidas.
Ahora nadie nos puede decir que es lo que debemos hacer. Nadie puede hablar y mudos estamos frente a las pantallas digitales.
Como bien lo ha dicho mi amigo Nicolas “la palabra ha perdido su sentido y ha comenzado la violencia”
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