Vienes tarde otra vez, como tren de carga

Author: Luis Page 5 of 15

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Marcelo hizo referencia a los destiempos de Tren de Carga, dónde las diferencias son 12 o 16 horas. Curioso, decidí medir nuestra distancia en internet desce Nueva Zelandia a España (su ubicación temporal), para lo que usé el sitio de internet por antonomasia: la Real Academia Española. Abrí un terminal en el laptop y escribí:

ping www.rae.es

Bup, bip, plonk dijo el computador, a sus órdenes, y envió unos paquetes a través del espacio electrónico, hizo acuso de recibo y dijo 311.512 milisegundos. Volvió a hacerlo y cantó 310.381 ms, 560.289 ms, 477.411 ms y otros números varios. Claramente necesitamos contexto:

ping www.radionz.co.nz 20.386 ms (Radio New Zealand, al lado)
ping www.abc.net.au 18.135 ms (Australia, 2000 km)
ping www.uchile.cl 368.824 ms (Bien lejos)

A lo más medio segundo para llegar a las antípodas. Sin viajes heróicos ni cohetes, ni aviones. Señales eléctricas, luz, convirtiendo entre movimientos de teclado y pixeles bailando en una pantalla.

Vuelos

De vez en cuando no logro evitar viajes por trabajo. Por supuesto que al principio eran terriblemente estimulantes: ¡me pagaban por volar! Después de unas cuantas veces pasaron a ser más que nada una inconveniencia: comidas y actividades perdidas,  mucho tiempo sentado y cabeceando medio dormido con el zumbido de los motores.

En unas pocas ocasiones estos viajes son inevitables y, gracias a un golpe de suerte, al mismo tiempo no son para tanto. Me quedo remoloneando en la cama y llega la hora de irse. Conseguí un vuelo más tarde (8:30 am) y son sólo diez minutos al aeropuerto; en serio, así de breve. No hay seguridad, no revisan el equipaje. Es cosa de caminar y subirse al avión correcto en un frío que cala los huesos y volar flotando en el cielo.

Abordando un vuelo regional en Christchurch (Foto: Luis, procesado con RNI Films, ‘Ilford Delta 100 HC’).

El regreso fue casi tan simple, con una sola escala, el mismo día. Tres vuelos en aviones ATR72, uno de ida y dos de vuelta, los tres en asiento 7A (ventana). Doce horas y de vuelta en Christchurch, con los oídos tapados, pero comiendo comida de casa.

El ocio del sur

Reportándome de los cuarenta y tres y medio grados latitud sur, dónde el invierno arrivó con cincuenta milímetros de lluvia en la mañana. Como es habitual, salimos con el perro (que dice hola) a pasear por el parque.’

Y éramos los únicos en el universo horizontal sumergido. ¿Qué tal?

Dijo doggo

Después de una caminata de rigor, visita al cementerio, depósito de mierda y recogida en bolsa plástica, comenzamos el regreso a la mothership hogareña. Fin de informe. Cambio y fuera desde el medio de la Isla Sur.

Lluvia en Christchurch el 1 de Junio 2019.
Lluvia en Christchurch el 1 de Junio 2019.

La película se fragmentó

Murray Cammick: Platform Heels, Fort Lane.
Murray Cammick: Platform Heels, Fort Lane.

Hay una nueva exhibición de las locas de los años 70, volando en plataformas gigantes, elevándose al cielo entre el glamour y la suciedad de la calle: Queen Street y sus reinas.

El grano es profundo y el negro domina al blanco, pero todavía hay una continuidad análoga, una riqueza extemporánea que me pone nostálgico de algo que nunca viví de primera mano.

Mis amigas locas de hoy viven en un mundo discreto, digital, con una resolución enorme pero muchos de los mismos problemas. Bichos raros para la patada y el combo, despreciadas, aunque sean reinas, emperatrices de Queen Street y dominios colindantes.

El maquillaje de la memoria

El país desaparece en la distancia
espacio-temporal
borroso
con las luces que merodean mi halo de santo
creando un bokeh cremoso
digno de fotógrafo profesional.

Voy y vuelvo
voy y vuelvo
en la memoria que convierte en idílico lo trivial
que socava lo áspero
como un río terco y empeñado
en hermosear lo que no podemos revivir.

Y cuando regreso de verdad
por una semana, o dos
se corre como pintura de mala muerte
exhibiendo las manchas, cicatrices,
espinillas, huijas y rendijas
propias de la realidad.

Limpio el maquillaje con cuidado
y respiro brevemente
ajustando la presión
un buzo retornando a la superficie
saboreando el reflejo del cielo
mientras esquiva burbujas mortales.

Quién te viera, quién te vió
desconocido mío, hermano mío
áspero, olor a humo, nítido a la perfección.

LIDAR

Cuando chico me gustaban los mapas. Ese atlas importado que tenía detalles improbables, mostrando incluso el nombre de ese pueblo al lado de Madison, Wisconsin. O esa guía que detallaba todas las paradas entre Nueva Imperial y Traiguén, cubiertas por un bus rural solitario.

Pero la escala era inconvincente: todo comprimido y reducido como en una olla a presión. ¿Dónde estaba la magnificencia Borgesiana, el mapa 1:1 (uno a uno) que replicaba el mundo externo? Pasé años sopesando malhumorado las restricciones del papel y la imprenta y los corchetes. Hasta que apareció LIDAR*.

Instrucciones: 1. Consiga un avión. 2. Consiga un puntero láser poderoso y un cronómetro de precisión. 3. Vuele alrededor disparando el puntero láser hacia abajo, midiendo cuánto se demora en rebotar la luz de vuelta. 4. Convierta esos tiempos en distancias y produzca un mapa.

Aparecen los árboles, las casas, las zanjas, y el lugar para los asados en el fondo del patio. Aparecen el rehue sagrado, el bar clandestino de la esquina y los cactuses que montan guardia en el cerro de más allá, donde desaparecieron los compañeros en los 1970s. Aparecen los restos arqueológicos tragados por la selva, las memorias de los muertos y el basurero municipal con sus pájaros carroñeros.

Un mapa enorme hecho de luz y tiempo.

Cuando grande me gustan los mapas.

*LIght Detection And Ranging.

Héroes

Todos tenemos héroes. Algunos con capas, otros con guitarras eléctricas, y los auténticos y esenciales que rescataron gente y arte en tiempos oscuros.

Diplomacia de verdad

¿A quién?

¿A quién se le ocurrió poner Esperanza paralela a Libertad?

Esperanza paralela a Libertad en Google Maps.

Esperanza paralela a Libertad en Google Maps.

A los márgenes de la cultura

Camino en un día tibio, que enerva a los habitantes de la ciudad laica por excelencia. “¿Cómo no tuvimos este tiempo durante las vacaciones y nos estamos cocinando de vuelta en la oficina?” piensan los oficinistas anónimos aplanando las veredas. Las vitrinas ofrecen dulces de Algeria, trajes de Kenia y burqas y niqabs de múltiples países de influencia arábica. Me siento cómodo en los márgenes e intersecciones de ciudad y cultura.

Mis hermanos negros y hermanas musulmanas flotan apurados subiendo cortinas metálicas cubiertas de graffiti. Avisos de Coca Cola pululan entre tarjetas que prometen conectarnos con alguna ciudad medio olvidada del norte de Africa—¿o sería Medio Oriente? (de esas que ocupan a lo más un párrafo en Lonely Planet pero que son el hogar de un millón de humanos).

Compré un pase de esos “panzada de museo”: todo lo que puede comer en materia de museos por cinco días. Y los cuadros, las estatuas, las momias robadas en campañas de guerra saltaban de las paredes. La cultura oficial es resguardada por los museos de caras blancas; la cultura viva supuraba de las esquinas de inmigrantes ilegales, de puestos con cachureos, de mestizos, mulatos, latinos y afros.

Choque de culturas, Babylon 5 en el medio de Paris. El extremismo conservador tiene repugnancia a la mezcla, a la posibilidad de tener amigos, novias, hijos sin la pureza apropiada. ¿Que diría Dios si pudiera hablar sin intermediarios? Quizás se mataría de la risa, dando cientos de caras diferentes a los fieles correspondientes. O quizás serían muchos dioses llenando un estadio de variaciones religiosas. O, tal vez, nadie o nada reiría porque no existe la entidad en cuestión.

Mientras tanto las escenas se repiten en Beirut, donde gente camina tomada de la mano—entre los mismos avisos de Coca Cola y tarjetas de llamadas baratos a las mismas ciudades olvidadas en el norte de Africa. Mis hermanos y hermanas siguen flotando apuradas creando cultura. Mezclando idiomas y comidas y riéndose de los mismos problemas, con los mismos oficinistas (con otra ropa) aplanando las veredas quejándose del calor.

La cultura nueva, mezclada y sabrosa la creamos a los márgenes de la cultura oficial de los museos. Cuando abrimos las mentes y nos reímos con nuestros hermanos negros y hermanas musulmanas.

(Este texto fue parcialmente escrito en septiembre de 2014, en el 11e arrondissement de Paris)

Mundos problema en el Centre Georges Pompidou.

Mundos problema en el Centre Georges Pompidou.

Fonda y circo

Pan: las fondas son nuestra Roma de bacanales, tomar y comer hasta reventar, olvidar por un momento lo efímero y lo eterno, olvidarlo todo por un anticucho. Danzas rituales, cumbias explosivas ahogando toda competencia, porque tocamos nuestros dioses bailando cumbia con un anticucho en la mano y un vaso de pipeño en la otra.

Circo: Don Francisco jugando Pong, Martín Vargas sacándole (¿o fue sacándose?) la cresta a combos, el ñato chileno que más se parecía a Charles Bronson, el Tiburón Contreras engrasado para sobrevivir sus hipotérmicas aventuras. Las bacanales de septiembre interrumpidas por un camión desbocado, aplastando comensales; pero fue una fonda nomás.

De ahí seguimos celebrando con pan y circo tapando el horror, fondas de la Asunción, fondas de la confesión, fondas de la absolución colectiva, fondas de revelación cuma, versión sudaca de Roma licensiosa. Fondas del olvido.

Igualito.

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