A principios del siglo veinte todo hacía presagiar el fin de la escafandra, los zapatos de plomo y el traje de género. Las profundidades cedieron el misterio al espacio, el espacio a los computadores, los computadores a los teléfonos y los teléfonos a las redes sociales. Pero por décadas hemos calentado el planeta y secado nuestros queridos árboles, al punto de que el océano sube y las casas de playa quedal al mismísimo lado de las olas.
Estoy invirtiendo mis ahorros en escafandras de bronce, vidrios gruesos y una lámpara lateral para la lectura. Así puedo sentarme en la silla de playa, tomar el sol y seguir soñando con cochayuyos, pulgas de mar y cangrejos lateralcaminantes. El porvenir de las escafandras es brillante, por lo menos hasta que volvamos de las redes sociales a los teléfonos, de ahí a los computadores, luego el espacio y a admirar el fondo del mar.
La historia de la astronáutica chilena tiene un antes y un después de Cosma Nahuelpán. Los ingenieros fomes de costumbre sacarán a relucir unos satélites que parecen cajita feliz, o unas antenas que explotaron en pleno ascenso al espacio. Sin embargo, nadie desde el Teniente Bello había capturado el alma nacional como Cosma. La misión Pewén hubiera chocado contra asteroides sin su destreza digna de flipper ochentero. ¿Quién arregló el hiperjet con un pinche de pelo y un tubo de neoprén? Cosma. ¿Quién germinó las primeras semillas de foye* en el espacio? Cosma. ¿Quién comunicó el logro de la misión al llegar a destino? Obviamente Cosma. Derecho de la escuela numerada de Quecherehue a heroína mundial, saltándose a los mediocres apitutados de costumbre. Cancha, tiro y lado… Cosma nos permitió creer de nuevo.
Hace una semana volví a ese Valparaíso de calles de piedras levantadas y muros de fonolitas pintados por el aceite de una muchedumbre abandonada rumbo a la modernidad.
A ese Valparaiso que en su caminar a ratos se muestra glorioso y a ratos triste producto de golpes de ignorancia de aquellos que piensan que la belleza tiene solo un punto de fuja.
Caminé por sus calles y fui recordando en cada esquina vidas pasadas que sin saber si fueron mejores que las nuestras, están ahí contando historias de redenciones y levantamientos.
Valparaiso sigue vivendo a pulsos de época, de sus mujers y hombres solo fieles al mar, fieles a la pendiente fuerte, a la caída fantástica después de perder el equilibrio en la colina.
¿Pero, donde estuviste estos años me preguntas?
Escondido en lo profundo del bosque, escapando junto a otras especies de la sequía, intentando construir triste un nuevo nicho, un incompleto nicho que no será suficiente para todos.
Estuve muy alejado de ti y de esa línea de luces de la tarde que marca tu llega al pacífico y de ese verdor que imponen las palmas marcando tu llega dinámica al borde de la colina.
Pero estoy de regreso. Con amores frescos que me llevan a la resurrección de los sentidos, con recuerdos de antiguos y nuevos difuntos y de los que vienen en camino todavía.
Aquí estoy Valparaíso, perdido frente a tí, como quimera olvidada en el horizonte.
Hace algunos días algo cambió en el jardin invisible de la Mora. No se si fue su luz o el olor a escalonia esclerófila que ronda con el rocío en la mañana.
No estoy seguro, pero en este micro universo de plantas, hojas y calcetines escondidos, cuya dueña de cuatro patas y fidelidad incondicional a mi llamada habita, estaba alborotado por energías no convencionales que condicionan el paso a una dimensión 4D.
Una nueva entidad corre junto a ella, una amistad de siglos o mejor dicho fuera del tiempo juquetea entre sus plantas, hoyos y huesos preferidos.
Un mensaje envían desde un rincón junto al belloto otoñal a una velocidad de 9,8 m x segundo. Soy feliz aquí Master y estaré contigo hasta que se desprenda al eter la última de tus moléculas.
Poema de Paul Eluard (1942). Traducción libre de Marcelo.
Poema de amor que se transformó en un grito de rebeldía de la resistencia Francesa en Parías durante la segunda guerra mundial. Hoy puede ser un grito de libertad frente a esta pandemia que nos afixia en un encierro físico y espiritual que a ratos agota demasiado. Aquí en la música y voz de Madelaine Pyeroux en esta hermosa canción Liberté.
Libertad
En mis cuadernos de escuela En mi escritorio y los árboles En la arena y en la nieve Escribo tu nombre
En las páginas leídas En todas las páginas blancas Piedra sangre papel o ceniza Escribo tu nombre
En las imágenes doradas En las armas de los guerreros En la corona de los reyes Escribo tu nombre
En la selva y el desierto En los nidos y las emboscadas En el eco de mi infancia Escribo tu nombre
En las maravillas de la noche En el pan blanco cotidiano En las estaciones enamoradas Escribo tu nombre
En todos mis trapos azules En el estanque de sol mohoso En el lago de luna viviente Escribo tu nombre
En los campos y el horizonte En las alas de los pájaros Y sobre el molino de las sombras Escribo tu nombre
En cada respiro de la aurora En el mar y en los barcos En la montaña demente Escribo tu nombre
En la espuma de las nubes En el sudor del relámpago En la lluvia espesa y suave Escribo tu nombre
En las formas centellantes En las campanas de colores En la verdad física Escribo tu nombre
En los senderos despiertos En los caminos desplegados En los lugares que desbordan Escribo tu nombre
En la lámpara que se enciende En la lámpara que se apaga En mis razones reunidas Escribo tu nombre
En el fruto abierto en dos Del espejo de mi cuarto En mi cama de cascara vacía Escribo tu nombre
En mi perro goloso y tierno En sus orejas erguidas En su pata herida Escribo tu nombre
En el trampolín de mi puerta En los objetos familiares En la llama del fuego benigno Escribo tu nombre
En toda carne concedida En la frente de mis amigos En cada mano tendida Escribo tu nombre
En los cristales de sorpresas En los labios tiernos Muy por encima del silencio Escribo tu nombre
En mis refugios destruidos En mis faros colapsados En los muros de mi aburrimiento Escribo tu nombre
En la ausencia sin esperanza En la soledad desnuda En los pasos de la muerte Escribo tu nombre
En la salud devuelta En el riesgo desaparecido En la esperanza sin recuerdo Escribo tu nombre
Y por el poder de una palabra Recomienzo mi vida Nací para conocerte Para nombrarte LIBERTAD
Liberté
Sur mes cahiers d’écolier Sur mon pupitre et les arbres Sur le sable sur la neige J’écris ton nom
Sur les pages lues Sur toutes les pages blanches Pierre sang papier ou cendre J’écris ton nom
Sur les images dorées Sur les armes des guerriers Sur la couronne des rois J’écris ton nom
Sur la jungle et le désert Sur les nids sur les genêts Sur l’écho de mon enfance J’écris ton nom
Sur les merveilles des nuits Sur le pain blanc des journées Sur les saisons fiancées J’écris ton nom
Sur tous mes chiffons d’azur Sur l’étang soleil moisi Sur le lac lune vivante J’écris ton nom
Sur les champs sur l’horizon Sur les ailes des oiseaux Et sur le moulin des ombres J’écris ton nom
Sur chaque bouffée d’aurore Sur la mer sur les bateaux Sur la montagne démente J’écris ton nom
Sur la mousse des nuages Sur les sueurs de l’orage Sur la pluie épaisse et fade J’écris ton nom
Sur les formes scintillantes Sur les cloches des couleurs Sur la vérité physique J’écris ton nom
Sur les sentiers éveillés Sur les routes déployées Sur les places qui débordent J’écris ton nom
Sur la lampe qui s’allume Sur la lampe qui s’éteint Sur mes raisons réunies J’écris ton nom
Sur le fruit coupé en deux Du miroir et de ma chambre Sur mon lit coquille vide J’écris ton nom
Sur mon chien gourmand et tendre Sur ses oreilles dressées Sur sa patte maladroite J’écris ton nom
Sur le tremplin de ma porte Sur les objets familiers Sur le flot du feu béni J’écris ton nom
Sur toute chair accordée Sur le front de mes amis Sur chaque main qui se tend J’écris ton nom
Sur la vitre des surprises Sur les lèvres attendries Bien au-dessus du silence J’écris ton nom
Sur mes refuges détruits Sur mes phares écroulés Sur les murs de mon ennui J’écris ton nom
Sur l’absence sans désir Sur la solitude nue Sur les marches de la mort J’écris ton nom
Sur la santé revenue Sur le risque disparu Sur l’espoir sans souvenir J’écris ton nom
Et par le pouvoir d’un mot Je recommence ma vie Je suis né pour te connaître Pour te nommer LIBERTÉ
Sí, la innombrable inmensidad del desierto de Atacama un día te recibió sonriendo y cantando lleno de júbilo.
Como se recibe a un amiga querida que viene de lejos o como se recibe a la flor que aparece en la ventana en el principio mismo de la primavera.
Asií de generoso fue el desierto contigo, pero también implacable mostrándote de pura confianza la cruda realidad que vivía su gente en el principio de los siglos.
También te recibieron las ciudades y las usinas a carbón que transformaban el caliche de amarillos tonos en sacos de perlas blancas para la prosperidad de otros más modernos que nosotros.
El mar siempre saliente, presente y eterno celebra tu caminar desde el nicho a la tienda de novedades y curiosidades del centro. Festeja la caminata y la instrucción directa que te salvará la vida.
Tenías una piel hermosa que no conoció la vejez. Unos dedos de cuencas que heredaste de las montañas del valle del Elqui de igual forma que tu madre.
Hoy decidiste partir después de decir gracias por el alimento porque quién más que tú sabe lo que es no tenerlo para ti y los que vienen contigo.
Aquí desde mi encierro grito, río y lloro. También canto y respiro el aire fresco de ese desierto que nos enseñaste a querer, odiar y admirar.
Aquí desde mi encierro levanto mi bandera que espero se vea desde lejos. Tan lejos como aquellos paisajes hermosos que recorriste cuando estabas a este lado de la vida.
Después de las formalidades de llamadas de larga distancia, saludos de Año Nuevo y disculpas por diferencias horarias volvemos a la conexión usual. Como si hubieramos estado hablando la semana pasada o, tal vez, la antepasada. Ese click instantáneo es una de las virtudes de muy pocas amistades, más aún si estamos hablando de casi cuarenta años.
Para variar terminamos en un tema curioso, un apocalipsis de zombis en La Habana, ciencia ficción China y otras curiosidades literarias. No sé cuando vamos a hablar de nuevo, pero sí sé que va a funcionar como de costumbre, como si solo hubiera pasado una semana y trayendo temas dispares, casi inverosímiles, pero siempre interesantes.
A veces, los días de lluvia revelan los tatuajes de los árboles. Tribus, gangs, clubes de membrecía exclusiva quedan marcados en la corteza (o bajo ella). Así los árboles se reconocen, guiñan con las ramas y dicen hola. Después con el sol pasan a estar nuevamente de incógnito.